Bernardo Monroy
Septiembre, 2018
#BicaBlog | #DePintaConHoldenCaulfield
“¡Cuál gritan esos malditos! Pero, ¡mal rayo me parta si en concluyendo la carta no pagan caros sus gritos!” Muchas líneas de apertura en la literatura universal han quedado grabadas en la memoria colectiva de la humanidad. Sin lugar a dudas, una de ellas se encuentra en las palabras que abren este texto. Sobra decir que es así como arranca Don Juan Tenorio de José Zorrilla, una magnífica obra, escrita por completo en verso, que tiene por protagonista a uno de los personajes más emblemáticos de las letras españolas.
Hablemos, pues, de este texto, pero sobre todo del mito al que ha dado lugar. Y es que quizá lo más característico de los grandes personajes literarios sea que —como sucede con el Quijote, Sherlock Holmes o Hamlet— son conocidos en todo el mundo a pesar de que no todo el mundo los ha leído, y de este modo arrancan envidias, antipatías, amores y odios por igual, como si de alguien de carne y hueso se tratara. Don Juan, el personaje de Zorrilla, es el arquetipo del seductor, del libertino. No respeta ninguna ley: lo mismo burla la autoridad del hombre que la de de Dios. Es cínico, descarado y amoral, pero también es valiente y osado. Como no podría ser de otra manera, también es virtuoso y en algún momento de su vida tiene un vestigio de arrepentimiento —aunque tan pequeño que pocos lo perciben— y, sobre todo, a pesar de ser un bribón, tiene el amor de una bella dama. Don Juan goza de tanta fama dentro de los arquetipos culturales que probablemente no es necesario detallar mucho su personalidad: todos sabemos que decirle a alguien que es “un donjuán” es básicamente un sinónimo de “caballero seductor”. Pero miremos al personaje y a la obra más de cerca…
“Llamé al cielo y no me oyó… y pues sus puertas me cierra, de mis pasos en la tierra responda el cielo, y no yo”, exclama el Don Juan de Zorrilla, lavándose las manos de todos sus actos. Llamemos también nosotros al cielo y al infierno para hacer un recuento de las principales caracterizaciones de Don Juan a lo largo de la ficción.
Como muchos otros grandes personajes de la literatura, se cree que Don Juan está basado en una persona que realmente existió: Miguel Mañara —Sevilla, 1627-1679—; sin embargo, esta afirmación ha sido constantemente debatida. Tirso de Molina fue el primer autor que plasmó en letras a Don Juan; su obra El burlador de Sevilla o convidado de piedra, que contiene a un Don Juan perfectamente delineado con todas sus complejidades y matices propios, fue publicada en 1630, cuando Mañara tenía apenas tres años. Lo cierto es que la vida de Don Miguel fue muy similar a la de Don Juan: fue un hombre libertino y soberbio, entregado a un amplio catálogo de vicios terrenales, y su esposa, Doña Jerónima María Antonia Carrillo de Mendoza y Castrillo era la única persona que podía ponerle límites. Cuando ella murió, Don Miguel pasó de ser un pecador a un hombre virtuoso que fundaba hospitales de caridad. La transformación de Mañara se ha querido leer como correlato del arrepentimiento del Don Juan literario.
En todo caso, lo que importa señalar es que Tirso de Molina, quizá sin saberlo, creó a uno de los personajes más universales de las letras españolas, sólo comparable quizá a Alonso Quijano o al Lazarillo de Tormes. Pero en honor a la verdad, también es importante decirlo, la versión de Molina no es la más popular.
El de Zorrilla, el más famoso
Hay cientos de don juanes en la literatura pero, sin duda, el creado por José Zorrilla es el más famoso y el mejor definido. Es, en palabras de su autor, “un diablo en carne mortal”.
La excelente página web dedicada a la literatura española, Cervantes Virtual, contiene un artículo al respecto, titulado “El mito de Don Juan”, escrito por Fernando Herrero. En él, el autor apunta acertadamente:
En España, que ha ignorado, salvo algún montaje aislado, la pieza madre de Tirso, el Tenorio zorrillesco ha contactado con el público de tal forma que ha llegado a saberse de memoria alguno de sus versos —“¿No es verdad, ángel de amor, que en esta apartada orilla más pura la luna brilla y se respira mejor?”— y acude una y otra vez a representaciones de desigual calidad. En el Tenorio no hay problemas: contraposición del amor carnal al amor puro. Necesidad del arrepentimiento para la salvación. Total ortodoxia […].
La magnífica obra de José Zorrilla suele representarse los días 1 y 2 de noviembre, pues en el clímax de la historia el personaje se las tiene que ver con los muertos. Ha tenido muchísimas versiones, y ha sido encarnado por muchísimos actores. Incluso hay una variante cómica, y en una de sus tantas representaciones, como veremos a continuación, actuaron juntos algunos de los más grandes genios de la España del siglo XX.
Buñuel y el Tenorio
El gran cineasta Luis Buñuel decía que Don Juan Tenorio era una obra magnífica y que la mejor prueba era que cada año la gente la volvía a ver. El director de películas como Viridiana y Los olvidados era todo un entusiasta de la obra. En 1920, cuando vivía en la Residencia de Estudiantes de Madrid, realizó una representación al lado del mismísimo Federico García Lorca. En este grupo de, en ese entonces, jóvenes genios también se encontraba Dalí —que de hecho actuó en otra representación del Tenorio cuatro años después. Aunque es imposible para nosotros poder ver a Buñuel como Don Juan Tenorio, la serie española El ministerio del tiempoha intentado llenar esta carencia. En uno de sus capítulos, los protagonistas deben viajar a la década de los veinte y encontrarse con los respectivos creadores de Un perro andaluz, La persistencia de la memoria y Poeta en Nueva York.
Otros Don Juanes
Las versiones de Tirso de Molina y José Zorrilla son las más populares y amadas por el público hispano, pero hay muchas más historias donjuanescas; algunas trágicas, otras cómicas, pero todas ellas susceptibles de ser apreciadas desde una infinidad de perspectivas. Así, por ejemplo, la ópera de Mozart Don Giovanni es una versión “musical”, por así decirlo, del personaje que hoy nos ocupa; el Don Juan de Mozart, como es previsible, vive para seducir, ligar y encantar mujeres. Antes de Zorrilla, Lord Byron, quizá el más insigne poeta del romanticismo inglés, también se dejó seducir por el mito, y escribió un poema de corte satírico titulado, simplemente, “Don Juan” —lamentablemente, el largo poema quedó inconcluso, pues Byron murió antes de terminarlo. La versión de este caballero británico es una fascinante lectura del mito, pues en su interpretación Don Juan es un joven que, más que seductor, resulta ser fácilmente seducido por cualquier mujer que se encuentre en su camino.
Otro Don Juan que ha destacado por su falta de principios morales es el vizconde de Valmont, protagonista de Las amistades peligrosas, una novela epistolar escrita por Pierre Choderlos de Laclos en 1782. Valmont tiene tanto tiempo libre en su vida de noble francés del siglo XVIII que puede ponerse a jugar con los sentimientos de una muchacha. Entre sus personificaciones en otros medios, quizá la más popular sea la de Ryan Phillipe en el teen drama noventero Cruel Intentions —estrenada en México con el título de Juegos sexuales—; en esta película, Valmont se transforma de un noble francés adulto a un moderno adolescente neoyorquino que seduce a las chicas al ritmo de canciones de Placebo.
Más recientemente, el actor David Duchovny —famoso por interpretar al agente Mulder en Los expedientes secretos X— estelarizó Californication, una serie que cuenta la vida de Hank Moody, exitoso escritor que no puede controlar ni su donjuanismo ni su hipersexualidad. Los enredos causados por el comportamiento de Moody resultan en una de las comedias picantes más hilarantes de la carrera de Duchovny. Por último, quizá sea oportuno contar también entre las encarnaciones de Don Juan a James Bond, pues, además de espía, el agente secreto cumple de forma cabal con el arquetipo de este fascinante seductor.
Donjuanismo
El concepto de Don Juan, por otro lado, ha dado lugar no sólo a personajes, pero también a una enfermedad: el donjuanismo o el síndrome de Don Juan. No es necesario explicarlo a detalle: se trata de hombres adictos a la seducción, al ligue y a la conquista. Pues bien, es cierto que el Don Juan literario es un personaje complejo, en algunos casos hasta encantador, pero en la vida real alguien con ese perfil está a “dos rayitas” de ser un verdadero sociópata. Hablamos de alguien incapaz de respetar un orden social, y sin el menor interés de comprometerse. No es necesario ser licenciado en psicología para darse cuenta que alguien que imita las acciones del Tenorio fácilmente podría calificar como un narcisista: personas con un carisma desbordante, sí, pero también con una madurez emocional escasa —si no es que nula. Entre lo mucho que se ha escrito sobre el donjuanismo, una de las mejores reflexiones, sin lugar a dudas, se encuentra en El mito de Sísifo de Albert Camus.
Recordemos cuando don Luis le pregunta a nuestro protagonista cuántos días emplea para seducir mujeres y aquél responde: “Partid los días del año entre las que ahí encontráis. Uno para enamorarlas, otro para conseguirlas, otro para abandonarlas, dos para sustituirlas y una hora para olvidarlas”. Cualquiera que afirmara eso delante de su novia se ganaría, en el mejor de los casos, una cachetada. Por eso, es mejor que Don Juan se quede en el mundo de la literatura, de la ficción y de los escenarios, pues es de ese modo como todos lo conocemos y apreciamos: como nada más que un personaje, sin carne mortal.